Riesgo Moral: Cuando La Protección Cambia El Comportamiento
Jun 19 2025 — #Economía
Las compañías de seguros dedican importantes esfuerzos a estimar el riesgo que representa cada cliente. A partir de esa estimación, definen un precio adecuado para cada perfil. Cuanto mejor logran entender el nivel de riesgo, menor es la incertidumbre, y más justo es el precio que asignan. Esto también permite evitar la mutualización forzada del riesgo, es decir, que clientes de bajo riesgo terminen subsidiando a quienes presentan mayor riesgo simplemente por falta de información.
Este análisis se realiza siempre ex-ante, es decir, antes de que ocurra un siniestro, y se basa en la información histórica de la compañía. Sin embargo, surge una pregunta clave: ¿El nivel de riesgo de una persona cambia después de contratar un seguro?
Este análisis se realiza siempre ex-ante, es decir, antes de que ocurra un siniestro, y se basa en la información histórica de la compañía. Sin embargo, surge una pregunta clave: ¿El nivel de riesgo de una persona cambia después de contratar un seguro?
La respuesta es sí. El riesgo se incrementa, y este fenómeno se conoce como Riesgo Moral. No se trata de fraude ni de un intento de engañar a la aseguradora, sino de un cambio natural en el comportamiento. Una persona que se siente protegida puede ser menos cuidadosa.
Por ejemplo, un deportista podría asumir desafíos más riesgosos si sabe que cuenta con un seguro de hospitalización que lo respalda
Y ¿por qué es importante para la industria aseguradora?
La póliza es, en el fondo, un contrato. Y como todo contrato, su diseño importa. Debe considerar no solo la protección que entrega, sino también los comportamientos que puede generar en quien lo recibe. No todos los contratos logran que las personas actúen de la forma esperada, ni garantizan que todos quieran aceptarlos.
El verdadero desafío está en encontrar un equilibrio: diseñar una póliza que sea lo suficientemente atractiva como para que las personas quieran contratarla, pero que al mismo tiempo las motive a seguir actuando con responsabilidad, incluso después de estar aseguradas. Esto no es fácil, porque la aseguradora no puede ver todo lo que hace el cliente, y ahí es donde entra el problema de la información asimétrica.
Un poco de números
Ahora veamos como la microeconomía nos ayuda a modelar este problema mediante un ejemplo.
Imaginemos que un asegurado puede elegir su nivel de esfuerzo $e \in [0,1]$, donde mayores valores de $e$ implica un mayor cuidado/esfuerzo. Lo anterior implica que la probabilidad $p(e)$ de que ocurra un siniestro es una función decreciente del esfuerzo con $p'(e)<0$
El asegurado maximiza la utilidad esperada de la cobertura del riesgo como
$$ \max_{e} \mathbb{E}[U(w-p(e)L - c(e))] $$
Donde:
- $w$ es la riqueza inicial del asegurado
- $L$ es la pérdida esperada en caso de siniestro
- $c(e)$ es el costo de hacer el esfuerzo, con $c'(e) > 0$ y $c''(e)>0$
- $U(\cdot)$ es la función de utilidad del asegurado cóncava y creciente
De lo anterior ya podemos intuir donde está el problema. Si el contrato o póliza paga $L$, entonces el asegurado no va a internalizar $p(e)L$ porque incurre en un costo por aumentar su esfuerzo mientras que el pago siempre es $L$. Finalmente, esto conlleva a que el asegurado reduzca su esfuerzo por evitar un siniestro.
Entonces, ¿qué podemos hacer para controlar el riesgo moral?
Para comprender este problema, podemos apoyarnos en la teoría microeconómica, específicamente en el marco de relaciones principal-agente. Esta teoría ha sido ampliamente estudiada y distingue dos escenarios clave: uno en el que el esfuerzo del agente es observable y otro en el que no lo es. Cada situación requiere un diseño contractual diferente.
En el contexto de los seguros, lo más frecuente es que la aseguradora (el principal) no pueda observar directamente el esfuerzo que realiza el asegurado (el agente) para evitar un siniestro. Esta asimetría de información genera lo que conocemos como riesgo moral.
Frente a esta limitación, la teoría propone una solución basada en mecanismos de incentivos: el principal transfiere parte del bienestar al agente —por ejemplo, a través de recompensas o penalizaciones contractuales— con el objetivo de alinear sus intereses.
En otras palabras, el asegurador debe diseñar el contrato de manera que el asegurado, aun sin ser supervisado, tenga razones económicas para comportarse con cautela y reducir su probabilidad de siniestro.
¿Cómo enfrenta la industria aseguradora este problema?
En la práctica, las soluciones que aplican las aseguradoras para reducir el riesgo moral siguen la lógica planteada por la teoría, introduciendo mecanismos como los copagos o deducibles (Pauly, 1968). Si bien estas herramientas efectivamente reducen el riesgo moral al mantener parte del riesgo en el asegurado, podrían existir enfoques alternativos que incrementen aún más los incentivos del asegurado para adoptar un comportamiento prudente.
La teoría sugiere que un enfoque más eficaz podría estar en el uso de recompensas o transferencias de bienestar desde el asegurador hacia el asegurado, con el objetivo de incentivar conductas que reduzcan la probabilidad de siniestros.
Actualmente, la teoría económica respalda el uso del deducible como un mecanismo con efecto disciplinador (Pauly, 1968). Este instrumento impone al asegurado un costo que, si bien representa solo una fracción del costo total del siniestro, es suficiente para generar un incentivo marginal que induce a un comportamiento más prudente. En otras palabras, las “transferencias” o pagos que debe asumir el asegurado son relativamente bajos en comparación con el costo total del evento, pero cumplen un rol clave en alinear sus incentivos. Veamos un ejemplo simple:
Supongamos que un conductor asegurado puede manejar con cuidado (alto esfuerzo) o de forma descuidada (bajo esfuerzo). El asegurador no puede observar directamente este esfuerzo, pero sí observa si ocurre o no un siniestro.
Si la póliza cubre el 100% del daño (es decir, sin deducible), el asegurado no tiene incentivo para esforzarse en evitar el siniestro, ya que no asume ningún costo directo en caso de que ocurra. Esta situación genera riesgo moral.
Para corregirlo, la aseguradora puede introducir un deducible $d$, lo que implica que el asegurado paga una parte del daño. Ahora, su utilidad esperada sí depende del esfuerzo que realice:
$$ \max_{e} \mathbb{E}[U(w - p(e) \cdot d - c(e))] $$
- $ p(e) $: probabilidad de siniestro (disminuye con mayor esfuerzo $ e $), con $ p'(e) < 0 $
- $ d $: deducible
- $ c(e) $: costo del esfuerzo, con $ c'(e) > 0 $, $ c''(e) > 0 $
🎯 Incentivo al esfuerzo y sensibilidad
La primera derivada de la utilidad esperada con respecto al esfuerzo es:
$$ \frac{d}{de} \mathbb{E}[U(\cdot)] = -p'(e) \cdot d \cdot U'(w - p(e)d - c(e)) - c'(e) \cdot U'(w - p(e)d - c(e)) $$
La segunda derivada muestra cómo varía la sensibilidad del asegurado a cambios en el esfuerzo:
$$ \frac{d^2}{de^2} \mathbb{E}[U(\cdot)] = \left[ p''(e) \cdot d + c''(e) \right] U'(\cdot) + \left[ p'(e) \cdot d + c'(e) \right]^2 U''(\cdot) $$
🔍 Comparemos con el deducible nulo
- Si $ d = 0 $ (seguro completo), el término $ p'(e) \cdot d $ desaparece, y el esfuerzo no tiene efecto sobre la utilidad esperada → no hay incentivo
- Si $ d > 0 $, el asegurado internaliza parte del daño → mayor incentivo al esfuerzo → menor riesgo moral
El deducible actúa como un mecanismo de alineación de incentivos, ya que aumenta la sensibilidad marginal de la utilidad esperada con respecto al esfuerzo. Esto reduce el riesgo moral al hacer que el asegurado tenga un motivo económico para evitar siniestros.
Finalizando...
Este post fue bastante técnico, pero la técnica siempre debe ser un actor relevante en la industria aseguradora si entendemos que la existencia misma del seguro se basa en la aversión al riesgo, y esta debe ser modelada económicamente. Para ello, necesitamos inevitablemente de los números.
Si bien hoy en día existen mecanismos para mitigar el riesgo moral, en mi opinión la industria aseguradora presta poca atención a enfoques alternativos que podrían incrementar significativamente el esfuerzo de los asegurados por actuar de manera más prudente. Estos enfoques incluyen mecanismos basados en transferencias directas de bienestar —como recompensas por buen comportamiento— que podrían incentivar de forma más directa el esfuerzo de los asegurados para evitar siniestros, contribuyendo así a una reducción más efectiva del riesgo moral.
Lo anterior no es fácil pues siempre he creído que entre la teoría y la práctica hay un salto importante. Y justamente ahí es donde los técnicos tenemos un rol fundamental: encontrar la forma de traducir la teoría en soluciones reales. Quien logra hacerlo, en mi experiencia, obtiene una ventaja competitiva significativa.
Ahora bien, te pregunto: ¿qué otros mecanismos, además del deducible, podríamos utilizar para mitigar los efectos del riesgo moral?